Vivimos
en un mundo dónde todo cambia. Y lo hace cada vez más rápido. La enseñanza de
la vela no queda excluida de esta máxima. Desde que yo conozco, ha habido
varios cambios importantes y ahora estamos a las puerta de otro.
Hace
treinta años, los cursos de vela duraban 15 días; los dos primeros días (nadie
hablaba de sesiones) se basaban en interminables teorías de nudos,
nomenclaturas, y en montar y desmontar embarcaciones; desde el primer día que
ibas al agua, lo hacías en Optimist, Vaurien o barcos similares.

Los
primeros cambios significativos vinieron, en el caso de Cataluña, de la mano de
los estándares de la ECV. Ello
produjo una reducción de los cursos a cinco sesiones y la utilización por parte
de la mayoría de escuelas de vela de los barcos colectivos que favorecieron un
mejor aprendizaje. Las sesiones empezaron a estar estructuradas y ordenadas y
los ítems y niveles permitieron marcar objetivos a corto y largo plazo
favoreciendo la repetición de cursos por parte de los alumnos.Y
así estuvimos más de una década. Parecía que hubiésemos encontrado la oferta
perfecta sobretodo como actividad veraniega: vela, sol, playa, actividad
física, conocimientos del medio… todo envuelto con una imagen corporativa de
ECV que le daba seriedad al asunto.
El
siguiente paso importante fue la desestacionalización
de la actividad. Para ello se idearon programas para escuelas, universidades,
grupos de empresa, jubilados, grupos con discapacidades… Lo importante de este
paso aunque pueda parecer anecdótico, fue que al empezar a trabajar con grupos
numerosos, tuvieron que incluir actividades como el kayak en nuestra oferta,
iniciando el camino a la multiactividad. Y es que pocas escuelas podían ofrecer
50 o 60 plazas en embarcaciones de vela. De este modo, volvíamos a cuadrar el
círculo, al cliente no sólo le ofrecíamos una salida en barcos de vela, sino
que ahora venían para probar la vela y el remo por el mismo precio. Además,
ello nos salía más rentable porqué el ratio monitor/alumnos con las kayaks
podía ser mucho mayor que con los barcos de vela, sobre todo si estos eran
dobles.
Ello
llevó al siguiente cambio significativo: la diversificación de productos o actividades. Las escuelas ampliaron
su oferta de actividades formativas: cursos de vela, cursos de windsurf, cursos
de crucero, cursos de catamarán, cursos de patín. Y crearon otras no
formativas:colonias para niños pequeños, campus deportivos de verano, alquiler
de embarcaciones, de windsurf, de kayaks, de tablas de Stand Up Paddle (SUP).
Hubo escuelas que hasta abrieron nuevos centros en playa para poder ofrecer las
nuevas actividades en aras de seguir aumentando o manteniendo el volumen de
clientes y usuarios.
Y
hasta aquí hemos llegado. Pero no es el final. Tal y como nos referíamos al
principio del artículo, parece que un próximo cambio se avecina: la oferta lúdica.Es un hecho contrastado
que los socios, los clientes, los usuarios, los alumnos, los colectivos buscan
cada vez más en nuestras actividades conseguir una experiencia lúdica que les
divierta en detrimento de la faceta más formativa. La gente se ha convertido en
una devoradora de experiencias. Cada vez más demandamos actividades más rápidas,
cortas e intensas. En muchos casos, los cursos de cinco días son demasiado
largos para los nuevos tiempos y la reducción de vacaciones. En otros, los
horarios, no se ajustan a las necesidades sociales o familiares. En otros
tantos, las programaciones son repetitivas y aburridas... Debemos ser capaces
de crear actividades más lúdicas, más diversificadas y con horarios más
flexibles. Saber adaptarnos a esta demanda será nuestra asignatura pendiente en
las próximas temporadas. Al menos, hasta el siguiente cambio de paradigma.